Se escribe con «C»

24 marzo 2020

Sí, se escribe con “C”... y no es lo que estás pensando...

Se escribe con «C»

Por: Equipo de Animación Pastoral de San Rafael

 

“Pues no… ¡no es coronavirus!, ¡ni tampoco confinamiento!”

¡Qué extraño todo! Parece que vivimos un sueño que trastorna lo cotidiano, nuestras rutinas, que nos enfrenta a lo desconocido. Y le leo a Olaizola este breve texto que me conmociona:

“…y así, sin haberlo previsto,

todas nuestras urgencias,

las agendas repletas, 

las actividades programadas,

lo imprescindible… se nos cae…

y entramos en un desierto

donde quizás nos espera la verdad

para la que nunca tenemos tiempo.

Y la Cuaresma empieza a serlo más…” @jmolaizola

Y en este desierto “de cuarentenas, de risas y abrazos aplazados… la Cuaresma empieza a serlo más”. ¿En serio, Olaizola? 

 

Cuaresma… Una Cuaresma tan “particular” que acogíamos como oportunidad de cambio, de transformar nuestro corazón; y, como os contábamos recientemente en esta misma web, una Cuaresma en la que se nos invitaba a “centrar la mirada en la Cruz de Jesús”: era nuestro “recurso de aula”, que apenas llegamos a estrenar (nuestras tutoras y tutores nos iban invitando cada semana a vivir con alegría en este camino cuaresmal nuestra condición de hijas e hijos de la Palabra, de la Luz, de la Vida, de la Confianza, del Amor)…

 

…y tal vez ahora, en estas circunstancias que nos envuelven, en este tiempo de “puertas cerradas”, de estado de alarma prolongado (¡qué extraño todo!)… tal vez precisamente ahora cobren especial significación esas claves, aquellas llamadas del artículo de hace unos días, invitaciones hondas a:

  • que nuestras palabras construyan (en medio de este “internado” del #YoMeQuedoEnCasa y cuando la convivencia y la paciencia tal vez se vean “puestas a prueba”… unas palabras que pongan dulzura y comprensión, pacientes, atentas, que disculpen, que acojan, que bendigan… porque somos hijas e hijos de la Palabra);
  • que iluminemos a quienes viven en oscuridad (justo ahora, cuando las buenas noticias escaseen, cuando intentemos manejarnos entre presagios y malos augurios… toca poner en valor los detalles cotidianos de luz, de esperanza -¡que los hay!-, de lucha y superación, y esa convicción de que #todovaairbien… porque somos hijas e hijos de la Luz);
  • que contagiemos ilusión y vida (porque apostar por el futuro nos urge a recuperar el presente -¡este “hoy” y este “ahora”!- al que hemos de echarle alegrías inaplazables -de ésas que rebotan de balcón a balcón o que se convierten en llamadas a nuestra gente querida, para esquivar juntos estas sombras y transmitirnos esperanza-… porque somos hijas e hijos de la Vida);
  • que apostemos por la confianza en nuestra manera de relacionarnos (en estos contextos de convivencia, que inevitablemente quedan expuestos, tal vez sometidos a tensión o al reto de reinventarse… podemos acoger una oportunidad -¡qué difícil leerlo así en esta situación gris!- para reconocernos de nuevo como don, conectándonos con confianza para “que la distancia no nos separe”… porque somos hijas e hijos de la Confianza);
  • que pongamos Amor allí donde estemos… (porque de todas las virtudes, “la más grande es el Amor” -1Cor 13, 13-): un amor que se traduce en atención y mimos, miradas atentas y cómplices, cuidados (como sugiere la imagen-portada de este artículo, de la querida Myriam Artola y su Muxote: porque urge amar-se, cuidar-se como camino para cuidar-nos, unos a otros, una red de cuidados y gestos cotidiana, insistente, que persevere en el Amor… porque somos hijas e hijos del Amor).

Hijas e hijos del AMOR, que eso es la Pascua que esperamos: Amor a espuertas, aún en medio de la dificultad y del “desierto” que nos toca vivir… #SomosUNO #SomosFamilia… y en el camino nos seguimos encontrando…